martes, 31 de diciembre de 2019
CAPITULO 34
Paula le vio guardarse las manos en los bolsillos traseros de los vaqueros e intentó descifrar el sentido de su expresión.
De tratarse de otro hombre le habría parecido que entregaba la niña de mala gana a su cuñada, pero no podía ser. Cuanto antes se llevaran Teresa y Erika a los niños, más cómodo se sentiría.
—Gracias otra vez por cuidar de los niños —le dijo a Erika—. Sé que tienes un millón de cosas que hacer antes de embarcarte en el crucero.
—Ya tengo preparadas las maletas —contestó Erika con una sonrisa—. En realidad llevan hechas dos semanas. Y con lo que vas a pagarme, tendré dinero más que suficiente para gastarlo en las tiendas del barco.
Ella sonrió. Erika era una compradora de marca mayor y muchas veces la había oído quejarse de que Pine Gulch no tuviese centro comercial.
—Estaré en casa dentro de unas horas y luego tendré que volver aquí por la tarde para empezar con los preparativos de la cena.
—No hay problema —le aseguró Erika—. Vamos chicos. Podemos ver el resto de la peli en casa.
—Es que esta tele es más grande —se quejó Kevin.
—Pues lo siento, pero tenemos que irnos.
Mientras se despedía de sus hijos con un beso, Paula se dio cuenta de que Pedro seguía en la cocina observándolo todo con aquellos ojos azules que parecían verlo todo.
Siguieron unos minutos de gran actividad mientras se buscaban los abrigos, se sacaba el DVD y todos salían por la puerta.
—Tened cuidado, que los escalones resbalan un poco —dijo, y cerró la puerta.
Pedro seguía allí, apoyado contra la encimera.
Tenía de nuevo la taza en la mano e iba a tomar un sorbo, pero seguramente el café se habría quedado frío.
—Me doy cuenta de que ayudarme con mis invitados ha sido muy complicado para ti —dijo—. No me había dado cuenta del todo de la logística necesaria hasta este momento.
—Sí —le contestó sin tapujos—. Pero me estás pagando extraordinariamente bien por las molestias.
—El dinero no te ha facilitado las cosas. En fin, supongo que te alegras de que sólo queden un par de comidas. La cena de esta noche, el desayuno de mañana por la mañana y todo volverá a la normalidad.
—Exacto —murmuró, aunque no pudo averiguar por qué ese final la deprimía.
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